lunes, diciembre 04, 2006

Las obras de arte y el "Otro"

Walter F. Otto, en su libro "Dioniso, mito y culto", dice que "el culto, como un todo, pertenece a la categoría de las creaciones monumentales des espíritu humano. Para dilucidarlo desde la perspectiva adecuada hay que situarlo al lado de la arquitectura, las artes plásticas, la poesía y la música, artes que un día estuvieron al servicio de lo divino". En nuestra época el culto, como tantas otras cosas, se ha esclerotizado de tal manera que ha perdido su significado originario de acercamiento a la divinidad. La batalla entre la inspiración y la ciencia ha cedido a favor de la segunda desde principios del siglo XX y todo se atribuye a la capacidad de la persona. Puede que ello sea cierto en los planos de las ciencias aplicadas que son las que hoy despiertan mayor admiración porque van asociadas al dinero. El "making money" es la base de nuestra economía y nuestra cultura actual. Y todo, absolutamente todo incluyendo lo que pueda considerarse más sagrado, se pone al servicio del dinero. Pero el viejo Walter F. Otto, con su enorme clarividencia, se opone a esta visión utilitarista desde el propio concepto de utilidad. Y nos dice que "nada más equívoco que confundir el elemento de la utilidad, siempre presente en cualquier auténtica creación, con el espíritu que ha conformado el todo". Habla de una forma diferente del concepto "utilidad", la utilidad de las auténticas creaciones humanas. Pero va más mucho más allá cuando retoma el hilo conductor del progreso de la humanidad que hoy aparece roto y deshilachado cuando dice que "el fenómeno creativo ha de dar cuenta de sí mismo. Y ese testimonio no puede significar más que el espíritu humano no crea únicamente a partir de sus propias fuerzas, ni siquiera en las circunstancias más favorables, sino que necesita el roce y la inspiración de un fabuloso Otro, y que la eficacia de ese Otro, sea cual fuere el talento humano, constituye la parte más importante del proceso creador en su globalidad". Otto nos habla desde una humildad sobrehumana, y sus palabras han de ser objeto de reflexión, porque esa especie de falsa "omnipotencia" de la que nos hemos dotado los humanos actuales, mediante el desprecio explícito de la ‘divinidad’ sea lo que fuere ese concepto indecible, nos aleja de la auténtica creación con su fuerza reveledora y revelada. Pienso que el estro divino que se encuentra en la inspiración es algo misterioso e inexplicable, pero evidentemente perceptible. En este sentido, creo, con Walter F. Otto, que la grandeza de los cultos antiguos, considerados como un todo, es incontestable.

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