sábado, octubre 28, 2006

La violencia y las religiones monoteístas

Las religiones monoteístas nunca se caracterizaron por su defensa de la tolerancia y los valores democráticos. Últimamente el Vaticano hace gala de una tolerancia que no es más que una imposición de la propia sociedad civil occidental. Prácticamente todos los estados actuales de Occidente, aunque cristianos, son laicos. Y a la Iglesia no le ha quedado más remedio que aceptar su aconfesionalidad. Ahora bien, una cosa es lo que la Iglesia se ve obligada a hacer y otra bien distinta lo que le gustaría. Y lo que le gustaría realmente es que los regímenes que gobiernan esos estados regulasen la confesionalidad obligatoria. Recordemos que hasta la transición a la democracia España fue un Estado confesional católico por imposición de la Dictadura del general Franco y jamás nadie de la curia se levantó para oponerse a esta intolerable opresión. Es más, la Iglesia Oficial se sentía más que cómoda con esta anormal situación. Recientemente, el Papa Benedicto XVI, un consumado teólogo y un excepcional erudito, ha cometido un desliz con el Islam que ha provocado una “polvareda” considerable por la protesta unánime de los países musulmanes. En una conferencia en la Universidad de Ratisbona citó unas palabras del emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1350-1425) en el que expresaba su opinión sobre el Islam del siglo XIV: “Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. La cita del máximo mandatario católico debería haberse completado con la doctrina oficial de Iglesia Católica en la misma época e incluso en épocas muy posteriores. Sería un tópico remitirse a la doctrina de la Guera elborada por la Iglesia con motivo de las Cruzadas. Un poco después, en el año 1496, el Papa Borgia, Alejandro VI, para compensar los servicios prestados por Isabel de Castilla y Ferran de Aragón al estado Vaticano impulsores de la Santa Liga que venció al enemigo del Papa Carlos VIII de Francia, decide, mediante la bula “Si convenit” concederles el título de “Católicos”. Para ilustrar la doctrina de la Iglesia en materia de violencia es suficiente con copiar un párrafo de las palabras del propio Papa contenidas en esa bula: “Decretamos llamaros en adelante, por especial prerrogativa y privilegio, Católicos, y señalar y honrar con este título peculiar en nuestras inscripciones a vuestras personas, a los cuales, en uso de nuestro oficio apostólico, por las presentes señalamos, honramos y nombramos con este tan ilustre título. Pues ¿a quien cuadra mejor el título de Rey Católico que a vosotros defensores de la fe católica y de la Iglesia Católica, a la cual se esfuerzan continuamente vuestras majestades en defender y propagar con las armas y con la sangre[1]. Es decir, exactamente lo mismo que afirmaba el citado Manuel II Paleòlogo respecto del Islam. Solo que el Benedicto XVI, con su asombrosa erudición, vio la paja en el ojo ajeno sin percatarse de la viga tenía en el propio.
[1] LLorca; Gª Villosalada; Laboa. Historia de la Iglesia Católica. Volumen III. La edad Nueva. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2005. Pag. 440.




















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