domingo, abril 12, 2009

A propósito de las Furías




La memoria no es más que el depósito de las cosas condenadas al olvido. Trasladar fielmente todo lo importante que te ocurre, consignar días, fechas, acontecimientos, nombres, imágenes, sin confiar simplemente en los recuerdos que se desvanecen como una foto Polaroid donde ves desdibujarse ante tus ojos las imágenes igual que se difumina el propio tiempo.

Joyce Carol Oates. “Puro fuego”

Donde surge la hierba, entran las ruinas.

T. Gray “Elegía escrita en una iglesia rural”


"El principal icono demoníaco de la tragedia eran las Furias: Personificaciones de la locura asesina que surgían de las relaciones entre las personas vinculadas por promesas, contratos y parentesco. Son la criminalidad que las personas ven cuando las relaciones no andan bien. Castigan y causan la locura. Son las espías de la mente. Verlas es prueba de locura; y –una vez más- no porque no existan, sino porque existen. Como Dioniso son agentes de la locura, percibidos como tales por la sociedad, verdaderamente vivos y actuantes en el mundo, en las relaciones y en la mente. "

Ruth Padel “ A quien los dioses destruyen”

Sucede veces que las verdaderas tragedias de la vida ocurren de una manera tan inartística que nos hieren por su cruda violencia, por su incoherencia absoluta, su absoluta necesidad de sentido, su entera carencia de estilo. Nos afectan lo mismo que la vulgaridad. Nos dan una impresión de pura fuerza bruta y nos rebelamos contra eso.

Oscar Wilde “El retrato de Dorian Gray”.

Palabras sabias que sólo adquieren su verdadero sentido en contacto con la realidad. Más bien diría con la triste realidad de la miseria humana. Una miseria que no esta en los cuerpos, sino que se revela en las almas -si es que las tenemos-, cuando las actitudes truhanescas parecen revestirse de sentimientos. La violencia, la vulgaridad, la ordinariez y la cara más sucia de la existencia humana nos hieren con tal violencia que nos obligan a mirar a otra parte, hacia otros horizontes apartados de ese viento oscuro y repugnante que acerca a nuestros sentidos un olor nauseabundo e intolerable. Contra esto no valen los argumentos ni las palabras.

Sherwood Anderson. “Winesburg, Ohio”

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lunes, marzo 24, 2008

La medina de Fez


Dejemos que los pies se calcen con alas de seda

para volar sobre un tiempo congelado
que serpentea entre alfombras y chilabas.

Alá se travistió de capricho al diseñar la Medina,
pero su afán constructor se encontró con la magia
de muchos siglos incrustados en asombro,
que se rebelan inconscientes
para dejarnos ver el alma de culturas prodigiosas,

Fez le revela al Occidente ordenado
los pliegues sorpresivos
de una trama dislocada que es, a la vez,
sabia, pragmática y misteriosa,
y su Medina destila polvo de seducción
insuflado por aliento de misterio
que nos sugiere descorrer los velos de una historia
tan próxima como desconocida.

Averroes nos espía de soslayo
tras las columnas que nos separan de la vieja madraza,
e Inb Jaldún pasea en el laberinto,
entre el olor de curtidos y perfume de rosas,
repartiendo esencias de tolerancia.

Niños sonrientes revestidos de madurez miserable,
mendigos hieráticos de resignación previsible,
burros cargados de desprecio e indolencia,
espantan a su paso moscas golosas
y abejas de concienzuda paciencia,
mientras el sol se cuela entre las rendijas
de tejados imposibles
y se hace clarividencia en plazuelas luminosas
cuya luz refleja la geometría que enseñorea en las fuentes
y en el fulgor estucado de palacios agonizantes.

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sábado, marzo 22, 2008

¡Bravo, Barbara!


Dice la soprano Barbara Hendricks en una entrevista al diario “La Vanguardia” del día 22 de marzo, que lo que importa de las personas es su dimensión espiritual. Sorprende que alguien alabe esa dimensión de las personas que, en una época dominada por la banalidad, permanece escondida y despreciada en algún olvidado rincón de la historia. La avidez por la “diversión” y el disfrute de los aspectos sensoriales de la vida que se ha impuesto en los últimos años, y ha agudizado esa tendencia natural a un individualismo extremo donde la palabra “yo” es la que ha tomado el protagonismo en las relaciones sociales en la civilización occidental. El desprecio por el lujo de Barbara Hendricks es por ello aún más sorprendente. Lo peor de nuestra civilización es que el haber conseguido unas altísimas cotas de bienestar y opulencia jamás conocidas en la historia de la humanidad por su enorme extensión, sólo ha servido para hacer emerger las partes mas abyectas de las personas. Nadie se conforma con lo que tiene. Lo importante es acumular y, sobre todo, manifestar hacia el exterior ese nivel económico. Es decir, lucir la posición económica con ropas, coches y otros lujos completamente innecesarios y que sólo sirven para alimentar un estúpido narcisismo. El dios “dinero” es el dueño y señor de nuestra civilización. ¿ A quien le importa, pues, la dimensión espiritual si lo socialmente prestigioso es el dinero y la apariencia?. ¡Bravo Barbara!. Afortunadamente todavía nos quedan personas como tú para intentar mantener viva esa llama que afloró hace miles de años en Grecia. Bravo, porque has aprendido que el camino hacia la felicidad y la paz interior pasa por el cultivo de esa dimensión espiritual tan maltratada como falsamente alabada.

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viernes, febrero 15, 2008

Contabilidad y fascinación


Jamás habría podido pensar que la contabilidad pudiese ser una disciplina apasionante. De hecho, no lo es. Pero es cierto que muchas veces el interés de una materia depende de la persona que la explique. Por razones que no vienen al caso he tenido que asistir a una sesiones de contabilidad profesional. De entrada, ya me había resignado a pasar tres densos y pavorosos días trufados de activos, pasivos, libro mayor, asientos contables y declaraciones fiscales. Y ese penoso panorama me lo corroboró la llegada a la sala de la persona responsable de impartir las conferencias. Ángel Gonzalez García se presentó ante el selecto auditorio con un traje azul marino que no casaba demasiado con su aspecto de profesor despistado y ese primer impacto nos hizo presumir que la cosa no prometía demasiado. Después de saludar someramente, se entretuvo unos momentos en enredar en un ordenador y en preparar la pantalla en la que proyectaría los resúmenes de su sapiencia. Inmediatamente se desprendió de la enojosa chaqueta y todos los prejuicios y la impresión inicial desaparecieron como por encanto. Sus primeras palabras tuvieron la virtud de fascinarnos.

La palabra fascinación, que ha adquirido en castellano un sentido muy preciso, tiene, sin embargo, un origen muy distinto. Procede de la palabra latina fascinatio que era un término que se vinculaba con la brujería y los exorcismos. Es verdad que con posterioridad es apalabra tenía también unas connotaciones de tipo sexual que no vienen al caso[1]. Pero, desde el primero de los sentidos, la persona sobre la que se practicaba la fascinatio quedaba embrujada. Y eso fue lo que debió pasarnos a los asistentes con las palabras de Ángel González. Lo primero que hay que decir es que consiguió transmitirnos la extraña lógica de la contabilidad. Es evidente que la contabilidad tiene mucho que ver con la matemática, es decir, con los números. Y los números eran la referencia mágica de los pitagóricos, una corriente filosófica que, después de que Platón asumiese una parte de sus ideas y las vinculase a sus doctrinas no escritas, se transformó en una especie de secta que siempre se vio envuelta en una aura de misterio. Tengo la sensación que Ángel González debe ser un neopitagórico, capaz de hacer juegos malabares con los números de los que extrae su magia secreta y los hace aparecer como algo sugestivo de una atracción tan extraña como insospechada y, sobre todo, inexistente antes de que él nos la pusiese ante los ojos.

También se ha de dejar constancia de que su sentido de humor, una especie de mezcla insólita de influencias inglesas y extremeñas, contribuyó de manera determinante a que nos lanzásemos a seguirlo intensamente por el proceloso océano de la contabilidad. En esencia, Angel Gonzalez demostró que no hay materias áridas sino profesores incompetentes, y él demostró con sus trucos “fascinantes", que es un profesor excepcional.


[1] Quignard, Pascal. El sexo y el espanto. Editorial Minúscula. Barcelona, 2005

SENATUS POPULUS QUE ROMANUS


SPQR
Centro de Exposiciones Arte-CANAL
Paseo de la Castellana 214, MADRID
Del 21de noviembre de 2007 al 2 de Marzo de 2008

Cuando se entra en la sala de Arte CANAL y se contempla el conjunto de la exposición –que se encuentra en un plano varios metros inferior al del acces-, se tiene una visión que, de entrada, impresiona al visitante. Y es que, en lugar de disponer las 500 piezas separándolas por espacios cerrados, los comisarios han preferido dejar diáfano el gran espacio de la Sala Canal, y eso, en mi opinión es el primer gran acierto de la exposición. Una exposición que tiene como valor más preciado la calidad de las piezas expuestas, Tanto las originales, la mayoría, como las copias. La loba capitolina es una copia de una belleza fuera de toda duda.

Roma somos todos los europeos. La civilización romana no es más que el germen de nuestra civilización, y de ella no nos separan más que unos cuantos siglos, y algunos importantes aspectos añadidos por el cristianismo a partir del siglo IV. Y aunque el cristianismo también es un producto cultural romano sentido estricto, la exposición no se ocupa de este aspecto ya que, por razones de espacio y estructuración no puede dar más que una idea superficial de aquella prodigiosa civilización. Ahora bien, lo que sí da la muestra es una panorámica muy adecuada de su grandiosidad reflejada en las enormes obras de arte de las que podemos disfrutar. Las piezas se distribuyen en espacios ideales y simbólicos de carácter temático que nos envuelven y nos fascinan. Así nos vamos viendo espiritualmente inmersos en la religión, la sociedad, la economía, la arquitectura, la escultura, la pintura, los juegos, fiestas y espectáculos, el mundo funerario, el ejército o la figura y los significados del Imperio y los emperadores. Esta inmersión, que nunca llega ser agobiante, nos puede confundir si hacemos una visita rápida. Pero si la visitamos pausadamente y nos vamos recreando en cada uno de los espacios, el gozo de revivir una de las épocas más atractivas de la historia de la humanidad puede llegar a ser sublime. Baste observar una de las obras expuestas, la cabeza en mármol del emperador Caracalla, que sirve de imagen de los carteles de la exposición. Es una imagen que nos llama poderosamente la atención por lo delicado de la ejecución escultórica que deja ver, no sólo el aspecto físico del emperador, sino también todas una serie de matices de su personalidad y de la grandiosidad de su posición mayestática tanto social y religiosa. Y eso solamente lo puede conseguir una civilización que había refinado hasta extremos inconcebibles su modo de vida y sus expresiones artísticas.

Naturalmente que esa sociedad tenía sus aspectos negativos, como esclavitud, las espectaculares diferencias sociales, o la crueldad de los conflictos armados, la formas de explotación de los siervos o los espectáculos públicos. Pero, cuando esa sociedad se contempla desde la atalaya en la que nos permite erigirnos el paso de los siglos, se contempla un mundo en evolución que finalmente desembocaría en lo que ahora se llama la civilización occidental. Baste simplemente entrar en el espacio que la exposición dedica a los foros de las ciudades romanas , en la que se ha recreado el foro ideal de una ciudad romana a partir de espectaculares imágenes de los restos arqueológicos de los foros de las ciudades Éfeso (Oriente) y Roma (Occidente), para sentirnos impregnados de un modo de vida que, a pesar de haberlo idealizado con el paso del tiempo, nos hace que podamos sentir, casi físicamente, el tuétano de nuestros orígenes culturales.

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jueves, noviembre 01, 2007

Ha llegado la hora del Partido


¿Que ha pasado para que en unos cuantos años, se haya pasado de una actitud generosa e idealista de los políticos de nuestro entorno más inmediato a una mezquina y miope actitud de la lucha por el “asiento”?. ¿Es posible que el simple paso del tiempo haya podido deteriorar hasta ese punto la actitud de nuestros políticos?. Hay una cierta unanimidad en que hoy el ejercicio de la política ha pasado de ser una dedicación casi heroica e idealista a una “profesión” en el sentido más negativo del término. De una forma de servir noblemente a la comunidad a ser una “actividad” puramente profesional en beneficio propio, con la única vocación de perpetuarse por parte de los que la ejercen, repartiéndose cargos y prebendad, a costa de lo que sea. Nadie duda ya que algunos partidos han tomado al asalto las instituciones prescindiendo de cualquier consideración incluida la profesionalidad de las personas que intentan ejercer su dedicación al servicio público en su calidad de funcionarios. Ha llegado, pues, la hora del triunfo del partido por encima de la sociedad misma.

Estas reflexiones me han surgido al hilo de la lectura de un libro publicado por primera vez en el año 1933. Se trata de “Paedía” del autor alemán Werner Jaeger. En este libro se hace un repaso bastante exhaustivo a la sociedad y la cultura de la Grecia de los siglos VI y V antes de Cristo. En el capítulo V, refiriéndose al autor teatral Eurípides y su tiempo, explica la transmutación de unos valores asumidos por la sociedad de la Atenas clásica que han sido vapuleados por lo intereses de partido. Más o menos como ahora. Pero dejemos hablar a Jaeger:

La intriga sagaz es considerada como inteligencia política y el que es capaz de tramarla es el genio más alto. Los juramentos que unen a los miembros del partido valen menos por su carácter sagrado que por su conciencia de crimen común. Semejantes asociaciones (los partidos políticos), no se hallan de acuerdo para sostener las leyes existentes sino para ir contra todo derecho y aumentar el poder y la riqueza personal. Los caudillos llevan en boca las grandes palabras de su partido pero en verdad no luchan por un alto ideal. El poder, la codicia y el orgullo son os únicos motivos de la acción y, aun cuando se invocan los antiguos ideales políticos, se trata sólo de puras consignas verbales
[1].

Es realmente perverso que se estén ahogando los valores cívicos y políticos en la ciénaga de los intereses partidarios. Es lamentable que la promoción que siempre ha de producirse por la vía de los merecimientos personales de los servidores públicos (mérito y capacidad, dice la Constitución) haya sido sustituida por la adscripción partidaria que lleva a determinadas personas a ejercer las más altas funciones directivas públicas sin haber demostrado otra cosa que la pertenencia a un partido y la adhesión incondicional a un líder, careciendo de cualquier tipo de currículo. Eso puede ser bueno para las personas que se ven beneficiadas por el “cargo”, pero lamentable para los interesas de la comunidad en su conjunto.

Ya lo decía Walter F. Otto: “El interés personal ocupa un lugar preponderante allí donde se enturbia el espíritu creativo
[2]. Como se echan de menos aquellos tiempos en que las instituciones públicas sabían palpar el pulso de la ciudad y conseguían fundir en una misma ilusión por un proyecto común a sus funcionarios y a la mayoría de sus ciudadanos.
Pero no desesperemos. Aunque las palabras de Jaeger se referían a una época y una sociedad en la que ya nada volvió a tener nunca más el brillo que había tenido con anterioridad, es posible nuestros actuales políticos logren reconducir la situación actual y recobrar el antiguo espíritu de los valores políticos y enganchar a la sociedad al carro de la ilusión. Para ello es imprescindible no sólo intentar amarrarse a algún “proyecto” ahora inexistente más allá de la pura retórica vacía. Es necesario que las instituciones se doten del músculo necesario mediante las personas de prestigio y probada profesionalidad muchas de las cuales no es necesario que haya que buscarlas fuera porque son ya funcionarios públicos de reconocida competencia. El carné de partido no es imprescindible para dar un buen servicio a la sociedad. Recordar por último las sabias palabras de historiador romano Aurelio Víctor que allá por el año 361 d. C. decía las siguiente palabras con respecto del emperador Constancio II para que fuesen tenidas en cuenta por el nuevo emperador Juliano: “Frente a los grandes y celebrados méritos, han sido muy perjudiciales el celo por someter a prueba a los dirigentes de las provincias y de las tropas, a un insoportable carácter de la mayoría de sus servidores, así como la postergación de las personas hábiles y capacitadas. Para decir las cosas alto y claro: del mismo modo que nada hay más provechoso que el emperador mismo, no hay nada más horrible que la mayoría de sus colaboradores
[3].


[1] Jaeger, Werner. Paideia. FCE. México 1962. Pag. 306
[2] Otto, Walter F. Dioniso, mito y culto. Siruelo, Madrid, 1997. Pçág. 23.
[3] Bringmann, Klaus. Juliano. Herder editorial S.L. Barcelona 2006. Pág. 93

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viernes, junio 08, 2007

Pensar la izquierda

Pensar la izquierda, de Antonio Elorza en El País

A fines de los años ochenta, el gran historiador e hispanista francés Pierre Vilar me hacía una reflexión cuya validez se mantiene. En torno al 68, señalaba, la evolución del mundo se presentaba cargada de acentos positivos, y sin embargo se registró una eclosión del pensamiento revolucionario. Veinte años más tarde, las contradicciones del capitalismo, el fracaso del desarrollo económico en el Tercer Mundo, apuntan a la necesidad de una transformación radical, y sin embargo nadie habla de revolución.
Tal vez en la explicación de esa paradoja resida el núcleo duro de la actual crisis de la izquierda, que no puede ser interpretada como simple efecto de la traición a unos ideales todavía vigentes ni como resultado de la hegemonía del pensamiento conservador. Resulta curioso ver cómo supuestos marxistas tienden a adoptar este enfoque cargado de idealismo que, eso sí, les permite cargarse de buena conciencia y apuntalar la consiguiente división maniquea del mundo entre los puros (ellos y quienes son como ellos) y los impuros, todos los que han renunciado al objetivo revolucionario. Tal pureza además es fácil de mantener, ya que en ausencia de perspectivas revolucionarias la profesión de fe tiene ante sí un chivo expiatorio fácil, el antiamericanismo, y carece de riesgos personales. Y como suele ocurrir con las construcciones maniqueas, libera a sus portadores de la incómoda tarea de pensar la realidad. Con ser verbalmente antisistema, casi todo vale, e incluso puede producir ganancias, si nuestro revolucionario (o revolucionaria) trasnochado/a se apunta a la Alianza de las Civilizaciones o, en estos últimos tiempos, a respaldar ciegamente al Gobierno esgrimiendo el espantajo del PP "fascista".
Algunos ejemplos. Para tales personajes, sólo desde la tradicional incomprensión propia de Occidente puede ser puesto en cuestión el acceso del país de los ayatolás y de Ahmadineyad a la condición de potencia nuclear. O por citar un caso más concreto y reciente, las declaraciones de la marinera británica capturada serán la prueba de la agresividad británica y no la muestra repugnante de un tipo de presión totalitaria sobre el cautivo, vista 1.000 veces para quien quiera verlo en Irán desde 1979. Mirando hacia casa, no falta quien acepte como colegas a los defensores directos o indirectos del crimen político en Euskadi: santa autodeterminación obliga. Así que a "dialogar" como sea, marginando a las reaccionarias víctimas del terrorismo. Y como los maniqueos vienen bien para la versión simplificada de la política preferida por Zapatero, nada tiene de extraño su presencia y ascenso en medios estatales y allegados.
Es la conclusión de un camino hacia ninguna parte iniciado para la izquierda radical hace casi cuatro décadas, cuando en torno al 68 tuvieron lugar las últimas grandes movilizaciones obreras de la historia europea y con el aplastamiento de la "primavera de Praga" quedó de manifiesto la imposibilidad de reformar el sistema soviético. Además, la crisis de los 70 abrió un proceso en el curso del cual la reestructuración capitalista invalidó las políticas de redistribución al uso en la socialdemocracia. Hubo que abandonar la utopía y repensar la reforma. Sólo que muchos intelectuales de izquierda fueron incapaces de asumir que el fracaso de los comunismos no era sólo técnico, sino que supuso el feliz desplome de unos regímenes tiránicos, con un grado de inhumanidad a veces incomparablemente superior al de la "opresión capitalista". Pensemos en Mao o Pol Pot, o veamos La vida de los otros. Pero el sectario tiene la piel dura. Incluso desde el 89, muchos siguieron y siguen aferrados al clavo ardiendo de Cuba, e incluso sueñan hoy con el modelo de Chávez. A más de uno le convendría la etiqueta de "fascismo rojo". De este modo conservan su cuota en el mercado de las ideas.
La responsabilidad no es, pues, sólo del capitalismo, aun cuando éste en su grado de evolución actual haga más necesaria que nunca la existencia de un pensamiento crítico que tenga su referencia en los que son hoy sus portadores viables, los partidos socialdemócratas y los movimientos ecologistas. Sin servilismo, reconociendo la complejidad de lo real, la frecuente necesidad de criticar a dos bandas, y la exigencia de distanciarse de quienes siguen exhibiendo un rentable radicalismo verbal.

lunes, abril 16, 2007

La vida de los otros


Espeluznante documento. Una historia de intriga muy bien trabada situada en los últimos años de la República Democráticas Alemana (RDA). La película comienza con un dato estadístico. 100.000 espías y 200.000 confidentes destinados a controlar y fisgar en la vida del resto de los ciudadanos. Lo inteligente de la propuesta es la existencia de dos argumentos en paralelo. Por una parte, un documental riguroso sobre la libertad de expresión en la RDA. Por otra parte, un argumento de carácter policiaco que complementa de manera brillante el documental. De hecho, más que un complemento es una simbiosis. Lejos de los planteamientos de Hollyvood y con una puesta en escena muy alemana, la trama no da respiro en ningún momento al espectador, transmitiendo el ambiente asfixiante de una sociedad donde la policía secreta controlaba hasta el más mínimo detalle de la vida de las personas sospechosas de disentir del régimen. Está tan excelentemente interpretada, ambientada y dirigida, que parece imposible que sea la primera película del director Florian Henckel-Donnersmarck. Esta película desvela de manera rigurosa a lo que pueden llevar las buenas intenciones de los políticos cuando la democracia está ausente. El mensaje final de "La vida de los otros" podría se: No pude haber políticos honestos ni progreso sin libertad y democracia.

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