lunes, febrero 05, 2007

Una venda psicológica en los ojos

¿Hay alguna razón para que las personas que vivieron los años sesenta y setenta de una manera apasionada desde la izquierda deban seguir en el siglo XXI con una venda en los ojos? Porque la actual situación de Cuba se sigue analizando con una venda en los ojos.

Y no una venda cualquiera. Es una venda que está tan sutilmente anudada que impide incluso percibir la realidad más evidente. La situación actual de Cuba nos debería servir como referente de que cosas que empezaron bien, pueden derivar hacia situaciones censurables. Lo progresista, en estos casos, es reconocer la realidad y, sobre todo, aceptarla.
Pero una cosa tan obvia como el desastre social a que ha llevado el comandante Castro a Cuba no parece ser percibido por sus panegiristas. Hay quien piensa que Castro sigue siendo el héroe de Sierra Maestra. El hombre carismático que había sido engendrado por la providencia para liberar a los cubanos de la miseria y la opresión y llevarlos a un "paraíso de libertad y bienestar". 48 años después de la toma del poder por los insurgentes, los cubanos están igual o peor que antes de la revolución. Fidel Castro, agonizante desde hace unos meses, ha conseguido un récord de permanencia en el poder que ni sus mejores apologistas, entre los que me encontraba en mi juventud, le hubiésemos pronosticado. Es más, sus apologistas hubiéramos querido que sus promesas se hubieran cumplido: que la isla hubiera sido un paraíso de prosperidad y que cada cubano hubiese sido el ejemplo de desarrollo personal para toda la humanidad. Pero desgraciadamente no ha sido así, y ahora veo con pena que los apologistas de Fidel, entre los que afortunadamente ya no me encuentro, se esfuerzan, denodadamente, en buscar justificaciones que, más que legitimar a Castro en su insoportable inacción política y social, les legitimen a ellos mismos por haber sido tan incautos de defender, durante tantos, años a una dictadura opresiva y miserable.
Hace ya demasiados años que se utilizan los mismos manidos argumentos: que si los ratios de educación y sanidad son unos de los mejores de los países del entorno; que si es el único político que tiene la dignidad de enfrentarse al imperialismo. Ahora, mientras el enmudecido y empobrecido pueblo cubano ve como el otro comandante, el presidente de Venezuela Hugo Chávez, se va metiendo podo a poco dentro de sus casas, a cambio del petróleo venezolano que proporciona un poco de oxígeno tanto a Castro como a su asfixiado régimen, no se vislumbra una solución de futuro para tan castigado pueblo.
Tengo un amigo, tan optimista como descaradamente farisaico, que ha puesto su confianza en el hermano de Fidel, Raúl Castro, para dirija, con pulso firme, "la nave de la revolución" hacia una reforma que traiga, de manera suave, la democracia a Cuba. No creo en la ingenuidad de la personas que ya han pasado la cincuentena como es el caso de mi amigo. ¿Quién se va a creer que el que fue segundo de Fidel, y que tuvo la oportunidad de enderezar el desviado camino de la revolución, pueda ahora propiciar unas elecciones libres y democráticas?. Seguramente ni los propios cubanos.
Más duro será el futuro de los cubanos mientras los incautos que le apoyan sigan con la venda en los ojos. Para arreglar las situaciones torcidas hay un principio ineludible: reconocer que hay un grave problema y diagnosticar correctamente el mal. Mientras los progresistas del mundo no dirijan su dedo acusador hacia la figura de Fidel y su corrompido régimen no habrá futuro para la izquierda. Ni en Cuba, ni en ninguna otra parte. La izquierda y el futuro no se construyen con materiales tan poco consistentes como la rancia retórica de la mal llamada "revolución cubana".

Etiquetas: