jueves, enero 11, 2007

No me voy a cabrear Federico

En una entrevista concedida al diario "La Vanguardia", publicada el día 10 de enero de 2006, el filósofo Lou Marinoff dice frases como la siguiente : "Las diferencias entre nosotros (las personas), las creencias religiosas y culturales son puramente cosméticas. La esencia del ser humano es mucho más profunda. Lo que tenemos que comprender es nuestra humanidad que es común a todos". Son declaraciones que sorprenden porque se dan de bruces con el pensamiento actual. Un pensamiento que tiende a dividir a los ciudadanos. A ahondar en las diferencias y no a profundizar en los lugares de encuentro. La esencia de la manipulación política actual consiste en enfrentar a los ciudadanos. Es un procedimiento muy sencillo sobre el que la mayoría de los ciudadanos no se ha parado a reflexionar. Vemos a los políticos más importantes "dando un ejemplo extraordinario" al usar como modo habitual de conducta la descalificación, el insulto o simplemente el tirarse "los trastos a la cabeza". Los ciudadanos aprenden de esta edificante conducta y mediante un proceso de imitación absoluto, dirimen de la misma forma sus presuntas diferencias. No nos inducen a buscar esos puntos de contacto que son tan numerosos e importantes, y que todas las personas tenemos en común. Necesitan cuidar los caladeros electorales y para ello nada mejor que hacer que cada persona tenga que definirse ideológicamente por las diferencias que tienen con los otros.
Pero no sólo los políticos practican ese despreciable sistema de captación de adeptos. También determinados profesionales de los medios de comunicación practican a diario la técnica de buscar el enfrentamiento y la diferencia. Quizás el más destacado, por su carácter particularmente bufonesco, sea el comentarista de radio Federico Jiménez Losantos. La técnica de este tipo para "enganchar" a sus seguidores es predicar las virtudes de la extrema derecha al tiempo que adoba su rancio discurso con los insultos más ignominiosos y las llamadas al enfrentamiento y a la desobediencia civil. Los obispos y la Conferencia Episcopal, que es propietaria de la emisora (C.O.P.E) en la que trabaja este ciudadano, dice que representa una necesaria pluralidad de opiniones y aplauden esta forma de actuar tan contraria a los principios cristianos que deberían defender. Eso quiere decir que estos "siervos" del mal y amigos de la discordia se sienten muy a gusto con este tipo de planteamientos que habrían hecho enrojecer de ira y de vergüenza al mismísimo Jesucristo. Pero parece ser que lo importante es el poder, ya sea civil, religioso o militar. El poder y todo lo que de él se deriva.
A veces sintonizo la emisora de los obispos y noto, ya sin sorpresa, que el mencionado comentarista va subiendo los peldaños de esa escalera de caracol que por sus labios se va transformando en un espiral de apoyo a la violencia y al enfrentamiento hasta unos límites que superan de lejos lo que debiera soportar una sociedad democrática. Ahora bien, lejos de cabrearme, su actitud me produce pena y compasión. La presunta superioridad, de la que siente tan ufano, me parece pura vulgaridad. Y uno piensa hasta que grado de bajeza pueden llegar las personas por dinero o por fanatismo. "No coincido en nada de lo que dices Federico, pero no me pienso cabrear ni pedir a los obispos que te silencien. Si hay ciudadanos que se sienten a gusto con tu discurso quiere decir que nos falta mucho por aprender sobre democracia". De esta forma no me extraña nada que los "presuntos" representantes de esa ideología de la concordia y los valores humanos que es el cristianismo, alejen de sí cada vez a un mayor número de seguidores que no pueden entender esas contradicciones insalvables. Por tanto, "no me voy a cabrear Federico, que es lo que tu y los obispos deseáis".

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