viernes, febrero 02, 2007

marrakech

Entre cenizas dispersadas por la historia,
se oyen los ecos de voces lejanas,
y la piel escarlata que evoca al rey sol
se deshace en misterios soñados de luz
en el rojo atardecer de la plaza encantada.

Marrakech no es oro ni es arena,
es tiempo macerado en un crisol
con fragancia de esencias milenarias,
y es viento que se diluye al besar
sus defensas de arcilla ensangrentada.

Marrakech es norte y, a la vez, es sur
del que emerge en su apariencia aleatoria
un fantasma cenital de intenso azul
chamuscado entre braseros de memoria.

Marrakech es aroma destilado del desierto,
es verde y es azul,
es contraste y es matiz ,
es delicuescencia de la luz
y es olor a pomelo y a jazmín.

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