viernes, diciembre 08, 2006

¿De que hablamos?

La naturaleza, la providencia, la evolución o cualquier cosa que sea, nos ha dotado de un don maravilloso que nos permite comunicarnos. Se dice que la voz humana articulada surge hace unos 70.000 años mediante una mutación. La capacidad de articular palabras está residenciada en un gen específico. Ahora se investiga si los desaparecidos Neandertales eran también poseedores de ese precioso gen. En cualquier caso, hoy por hoy, sólo los humanos tenemos el privilegio de contar con un medio tan espectacular para poder interaccionar. Pero, ¿para que lo utilizamos? La voz humana es como cualquier otro instrumento musical. Su melodía es la conversación y la partitura esta en la mente de cada uno de nosotros. Cuando el instrumento se cuida y se le da un uso adecuado y una formación correcta, produce unos resultados prodigiosos. Surge entonces el arte de la palabra y el arte de la conversación. Hoy el arte de la conversación se practica muy raramente. Quiero decir que las gastadas partituras de otras generaciones están obsoletas y las nuevas no han desarrollado otras para sustituirlas. Pudiera ocurrir que, en paralelo al desarrollo del “free jazz”, cuya esencia es la improvisación, hubiéramos aprendido a improvisar nuestras conversaciones y con ello a inventar un nuevo género de la palabra. Pero no es así. Ahora, en general, simplemente intercambiamos algunos –pocos- vocablos, con argumentos simples o manidos que se repiten hasta el hartazgo. Afortunadamente para algunos, la televisión les sirve de filón argumental y eso permite mantener un cierto hilo temático. Tengo la sensación que, a medida que avanzamos por los caminos de las nuevas tecnologías, las artes derivadas de los sistemas naturales como las palabras y las conversaciones se tiñen de mediocridad. Es posible que siempre fuera así, pero me gustaría soñar que siempre hubo grupos de personas que practicaban el arte de la conversación en pequeños y clandestinos cenáculo al abrigo de miradas furtivas.

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