lunes, marzo 24, 2008

La medina de Fez


Dejemos que los pies se calcen con alas de seda

para volar sobre un tiempo congelado
que serpentea entre alfombras y chilabas.

Alá se travistió de capricho al diseñar la Medina,
pero su afán constructor se encontró con la magia
de muchos siglos incrustados en asombro,
que se rebelan inconscientes
para dejarnos ver el alma de culturas prodigiosas,

Fez le revela al Occidente ordenado
los pliegues sorpresivos
de una trama dislocada que es, a la vez,
sabia, pragmática y misteriosa,
y su Medina destila polvo de seducción
insuflado por aliento de misterio
que nos sugiere descorrer los velos de una historia
tan próxima como desconocida.

Averroes nos espía de soslayo
tras las columnas que nos separan de la vieja madraza,
e Inb Jaldún pasea en el laberinto,
entre el olor de curtidos y perfume de rosas,
repartiendo esencias de tolerancia.

Niños sonrientes revestidos de madurez miserable,
mendigos hieráticos de resignación previsible,
burros cargados de desprecio e indolencia,
espantan a su paso moscas golosas
y abejas de concienzuda paciencia,
mientras el sol se cuela entre las rendijas
de tejados imposibles
y se hace clarividencia en plazuelas luminosas
cuya luz refleja la geometría que enseñorea en las fuentes
y en el fulgor estucado de palacios agonizantes.

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