viernes, febrero 15, 2008

Contabilidad y fascinación


Jamás habría podido pensar que la contabilidad pudiese ser una disciplina apasionante. De hecho, no lo es. Pero es cierto que muchas veces el interés de una materia depende de la persona que la explique. Por razones que no vienen al caso he tenido que asistir a una sesiones de contabilidad profesional. De entrada, ya me había resignado a pasar tres densos y pavorosos días trufados de activos, pasivos, libro mayor, asientos contables y declaraciones fiscales. Y ese penoso panorama me lo corroboró la llegada a la sala de la persona responsable de impartir las conferencias. Ángel Gonzalez García se presentó ante el selecto auditorio con un traje azul marino que no casaba demasiado con su aspecto de profesor despistado y ese primer impacto nos hizo presumir que la cosa no prometía demasiado. Después de saludar someramente, se entretuvo unos momentos en enredar en un ordenador y en preparar la pantalla en la que proyectaría los resúmenes de su sapiencia. Inmediatamente se desprendió de la enojosa chaqueta y todos los prejuicios y la impresión inicial desaparecieron como por encanto. Sus primeras palabras tuvieron la virtud de fascinarnos.

La palabra fascinación, que ha adquirido en castellano un sentido muy preciso, tiene, sin embargo, un origen muy distinto. Procede de la palabra latina fascinatio que era un término que se vinculaba con la brujería y los exorcismos. Es verdad que con posterioridad es apalabra tenía también unas connotaciones de tipo sexual que no vienen al caso[1]. Pero, desde el primero de los sentidos, la persona sobre la que se practicaba la fascinatio quedaba embrujada. Y eso fue lo que debió pasarnos a los asistentes con las palabras de Ángel González. Lo primero que hay que decir es que consiguió transmitirnos la extraña lógica de la contabilidad. Es evidente que la contabilidad tiene mucho que ver con la matemática, es decir, con los números. Y los números eran la referencia mágica de los pitagóricos, una corriente filosófica que, después de que Platón asumiese una parte de sus ideas y las vinculase a sus doctrinas no escritas, se transformó en una especie de secta que siempre se vio envuelta en una aura de misterio. Tengo la sensación que Ángel González debe ser un neopitagórico, capaz de hacer juegos malabares con los números de los que extrae su magia secreta y los hace aparecer como algo sugestivo de una atracción tan extraña como insospechada y, sobre todo, inexistente antes de que él nos la pusiese ante los ojos.

También se ha de dejar constancia de que su sentido de humor, una especie de mezcla insólita de influencias inglesas y extremeñas, contribuyó de manera determinante a que nos lanzásemos a seguirlo intensamente por el proceloso océano de la contabilidad. En esencia, Angel Gonzalez demostró que no hay materias áridas sino profesores incompetentes, y él demostró con sus trucos “fascinantes", que es un profesor excepcional.


[1] Quignard, Pascal. El sexo y el espanto. Editorial Minúscula. Barcelona, 2005

SENATUS POPULUS QUE ROMANUS


SPQR
Centro de Exposiciones Arte-CANAL
Paseo de la Castellana 214, MADRID
Del 21de noviembre de 2007 al 2 de Marzo de 2008

Cuando se entra en la sala de Arte CANAL y se contempla el conjunto de la exposición –que se encuentra en un plano varios metros inferior al del acces-, se tiene una visión que, de entrada, impresiona al visitante. Y es que, en lugar de disponer las 500 piezas separándolas por espacios cerrados, los comisarios han preferido dejar diáfano el gran espacio de la Sala Canal, y eso, en mi opinión es el primer gran acierto de la exposición. Una exposición que tiene como valor más preciado la calidad de las piezas expuestas, Tanto las originales, la mayoría, como las copias. La loba capitolina es una copia de una belleza fuera de toda duda.

Roma somos todos los europeos. La civilización romana no es más que el germen de nuestra civilización, y de ella no nos separan más que unos cuantos siglos, y algunos importantes aspectos añadidos por el cristianismo a partir del siglo IV. Y aunque el cristianismo también es un producto cultural romano sentido estricto, la exposición no se ocupa de este aspecto ya que, por razones de espacio y estructuración no puede dar más que una idea superficial de aquella prodigiosa civilización. Ahora bien, lo que sí da la muestra es una panorámica muy adecuada de su grandiosidad reflejada en las enormes obras de arte de las que podemos disfrutar. Las piezas se distribuyen en espacios ideales y simbólicos de carácter temático que nos envuelven y nos fascinan. Así nos vamos viendo espiritualmente inmersos en la religión, la sociedad, la economía, la arquitectura, la escultura, la pintura, los juegos, fiestas y espectáculos, el mundo funerario, el ejército o la figura y los significados del Imperio y los emperadores. Esta inmersión, que nunca llega ser agobiante, nos puede confundir si hacemos una visita rápida. Pero si la visitamos pausadamente y nos vamos recreando en cada uno de los espacios, el gozo de revivir una de las épocas más atractivas de la historia de la humanidad puede llegar a ser sublime. Baste observar una de las obras expuestas, la cabeza en mármol del emperador Caracalla, que sirve de imagen de los carteles de la exposición. Es una imagen que nos llama poderosamente la atención por lo delicado de la ejecución escultórica que deja ver, no sólo el aspecto físico del emperador, sino también todas una serie de matices de su personalidad y de la grandiosidad de su posición mayestática tanto social y religiosa. Y eso solamente lo puede conseguir una civilización que había refinado hasta extremos inconcebibles su modo de vida y sus expresiones artísticas.

Naturalmente que esa sociedad tenía sus aspectos negativos, como esclavitud, las espectaculares diferencias sociales, o la crueldad de los conflictos armados, la formas de explotación de los siervos o los espectáculos públicos. Pero, cuando esa sociedad se contempla desde la atalaya en la que nos permite erigirnos el paso de los siglos, se contempla un mundo en evolución que finalmente desembocaría en lo que ahora se llama la civilización occidental. Baste simplemente entrar en el espacio que la exposición dedica a los foros de las ciudades romanas , en la que se ha recreado el foro ideal de una ciudad romana a partir de espectaculares imágenes de los restos arqueológicos de los foros de las ciudades Éfeso (Oriente) y Roma (Occidente), para sentirnos impregnados de un modo de vida que, a pesar de haberlo idealizado con el paso del tiempo, nos hace que podamos sentir, casi físicamente, el tuétano de nuestros orígenes culturales.

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