miércoles, octubre 18, 2006

Empezar por el principio

Dicen las primeras palabras del Génesis: “Y en el principio creó ‘Eloim los cielos y la tierra. Ahora bien, la tierra era yermo y vacío, y la tinieblas cubrían la superficie del Océano mientras el espíritu de ‘Eloim se cernía sobre la haz de las aguas. Y dijo ‘Eloim: ‘Haya luz’, y hubo luz”[1]. Estas maravillosas palabras podrían ser la primera muestra de literatura de la humanidad. Y la literatura empezó bien, creando uno de los personajes mas espléndidos y duraderos producidos por el hombre: “Eloim/Yavé”. Y después, nos dice el gran Harold Bloom[2], Abram, se convirtió en Abraham, padre de los judíos, de los cristianos y de los musulmanes. Y este Abraham posiblemente vivió en el siglo XVIII antes de nuestra era. Esta maravilla, que llamamos “la Biblia” (el libro) comenzó a escribirse en sus primeras partes (Génesis, Éxodo y Números) -las partes cruciales- en el siglo X a.C., y el redactor-editor (Bloom habla de redactora-editora) ababó el libro de los Reyes durante el exilo babilónico de los judíos, aproximadamente en 550 a. C. Es muy curioso que los primeros monumentos literarios de la Humanidad (la Biblia y la Ilíada) tengan su punto más excelso por las mismas fechas. Aproximadamente el año 1200 a. C. cuando se produjo la Guerra de Troya y el Éxodo de los judíos a Egipto. Y desde entonces, la humanidad no ha parado de “inventar” literatura. Unos años después se produjo, con los filósofos de la naturaleza, la inquietud y la curiosidad por el origen de las cosas y los procesos de la naturaleza. También desde entonces las ciencias han avanzado de una manera extraordinaria.

Pero ni la literatura ni la ciencia han podido evitar que el misterio de la vida siga sin resolverse. Por eso he querido iniciar este “blog” por el principio. Por ese pasmo que tenemos los humanos ante la vida. Es verdad que los científicos están cada vez más cerca de definir con una cierta exactitud los orígenes de la vida. Y nos hablan de proteínas que comenzaron a sintetizarse hace 1200 millones de años. La evolución llevó a estas germinales proteínas a convertirse en personas hace unos cuatro o cinco millones de años. “Lucy” vivió en esas fechas junto al lago Turkana. Era una mujer pequeñita (austrolopitekus aferiensis la llaman los paleontólogos) que había dejado de vivir en los árboles y caminaba erguida. Por aquellas lejanas fechas todavía los humanos no tenían la capacidad de reflexionar y pensar sobre si mismos. Las necesidades de supervivencia eran su principal preocupación. Hace unos 500.000 años el hombre comenzó esta reflexión cuando decidió enterrar a sus muertos en lugar de abandonarlos a las fieras carroñeras. Coincidió con la invención de fuego. Pasaron muchos siglos hasta la llegada del Yavista que nos dio una explicación “coherente” de nuestros orígenes. Digo coherente porque es más racional que la Teogonia griega u otras mitologías de las mismas fechas. Y hoy no es extraño que los humanos sigan discutiendo sobre este complicado tema. O, en todo caso, los humanos no dejamos de preguntarnos frecuentemente por esa inquietante nebulosa indescifrable que es el origen de la vida. Y nos dividimos en ateos y creyentes, apelando os primeros a la razón y los segundos a la fe. Y la razón y la fe continúan y continuarán en conflicto por los siglos de los siglos.

Lo anterior ha sido una excusa para comenzar (por el principio), ya que este blog no tiene carácter temático y por lo tanto no versará ni sobre ciencia, ni sobre filosofía ni sobre religión. O versará sobre todo ello y muchas cosas más. Sólo dejar constancia que, miles de años después, el hombre sigue necesitando de mucha reflexión para arreglar sus asuntos que andan bastante revueltos.
[1] La Biblia. Volumen 1. El Pentateuco: Salvat editores. Madrid, 1975. Pág. 3
[2] Bloom, Harold. Genios. Editorial Anagrama. Barcelona, 2005.

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